Encuentro con el Pasado

Humilde rincón por donde asomarse a la Historia y al Arte llevado por mi, una Historiadora del Arte y Restauradora de Obras de Arte.

lunes, 15 de febrero de 2021

Tristán e Isolda en la obra de Rogelio de Egusquiza.



Vuelvo a recuperar la actividad del Blog con esta entrada dedicada a Rogelio de Egusquiza y su temática de Tristán e Isolda. Un tema que trata Rogelio de Egusquiza por la influencia que crea la figura de Richard Wagner en él.

Abordaremos primero la leyenda de estos amantes, su origen literario y como llega después de varios siglos a ser objeto de la ópera de Wagner. 


Detalle Tristán e Isolda. La Muerte.
Rogelio de Egusquiza
1910



La leyenda de los amantes Tristán e Isolda tal cual nos viene a la mente es una herencia del romanticismo difundida en el siglo XIX a través de la ópera de Richard Wagner. El origen de la leyenda la encontramos en la Edad Media, dentro de la mitología celta. Sus raíces se remontan a la época de dominación vikinga de la isla de Irlanda en el siglo X, durante el periodo del Reino de Dublín, y adquirió su pleno desarrollo en el mundo anglonormando del siglo XII. Esta historia de tradición oral hermanada con mitología artúrica y folclore, se escribió en francés en el siglo XII y tuvo varias versiones.  En algunas versiones, Tristán forma parte de la leyenda artúrica, participando en la búsqueda del Santo Grial. La versión más difundida fue la de Godofredo de Estrasburgo o Gottfried von Strassburg, que además fue la que inspiró la ópera de Richard Wagner

The end of the song, Edmund Blair Leighton, 1902.


En la segunda mitad del siglo XII aparece en el occidente medieval el relato sobre los amores entre el joven Tristán y la bella Isolda. Sin duda alguna, la historia ofrecía los mejores elementos para desarrollar a nivel narrativo todas las inquietudes que la temática amorosa generaba en el público literario en aquellas décadas y en las siguientes. De ahí que fuera tratada, hasta principios del siglo XIII, nada menos que en cuatro poemas extensos en verso, dos franceses y dos alemanes.

De las versiones en lengua romance, la primera fue compuesta hacia 1160-1170 por el autor anglonormando Thomas d´Angleterre, y la segunda por un poeta llamado Béroul y que probablemente lo escribió a finales del siglo XII. La versión de Thomas d´Anleterre solo se conoce a través de algunos fragmentos de cierta extensión procedentes del final de la historia y de un episodio hacia la mitad, mientras que la obra de Béroul únicamente se conserva un largo pasaje de la parte central.

 La obra en lengua alemana se deben, de un lado, al sajón Eilhart von Oberg , quien terminó después de 1185, y del otro, a Gottfried von Strassburg, brillante clérigo alsaciano que lo compuso en torno a 1220. De éste último es el que hemos mencionado como influencia directa en Richard Wagner.

El poema de G. von Strassburg está incompleto. Con la versión de E. von Oberg ocurre lo mismo, solo se ha conservado en unos pocos fragmentos de códices de hacia 1200.

Las obras de E. von Oberg y Béroul tienen semejanzas en el estilo, en la organización de algunas partes de la estructura y sobre todo en el desarrollo del tema amoroso, y que estos paralelismos las distinguen al mismo tiempo de los poemas de Thomas d´Angleterre y G. von Strassburg. Se ignora si Béroul fue la fuente en la que se basó E. von Oberg, aunque existen indicios que apuntan más bien a un antecedente común en ambos. En cambio, es seguro que G. von Strassburg se basó en Thomas dÁngleterre, porque lo dice en su prólogo y porque se puede comprobar en dos pasajes coincidentes.

Ya hemos hablado de los orígenes de la Leyenda.  Pero, ¿Quiénes fueron Tristán e Isolda? ¿Cuál es su historia?  De forma muy resumida viene siendo la siguiente: Tristán era sobrino del rey Marc de Cornualles. En un combate es herido y fue enviado a curarle a Irlanda, donde le devolvió la salud Isolda, hija del rey de Irlanda. Para restaurar la paz se acordó el matrimonio de Marc e Isolda, y Tristán fue enviado a recogerla. Cuando volvían ambos bebieron de forma accidental una poción amorosa que había recibido Isolda de su madre, y de esta manera se enamoraron irremediablemente. En su noche de bodas Isolda no ocupó el lecho, sino que al amparo de la oscuridad lo hizo su doncella y tras esa noche todas las demás, ya que Isolda y Tristán engañaron al rey Marc en repetidas ocasiones. Pero Marc se enteró de los rumores y comenzó a poner trampas a los amantes, las cuales no surtieron efecto y no cayeron. Tal era el peligro que Tristán reconociendo que su amor estaba condenado, partió hacia Bretaña, donde se casó con la hija del rey Hoel, pero jamás se consumó el matrimonio. Un día Tristán recibió una herida que se infectó, y solo su amada podía curarle, como la primera vez. Así pues, envió un barco a recogerla, sin saber si vendría o no. Mandó a divisar el barco a su esposa, y ésta, mintió a Tristán. Creyendo Tristán que su amada no había venido murió con el corazón destrozado. Al llegar Isolda y encontrar a Tristán muerto se afligió tanto que también murió. El rey Marc los enterró juntos en Cornualles. Sobre la lápida de Tristán creció una viña y sobre la de Isolda un rosal. Al crecer las dos plantas se entrelazaron de modo inseparable.

Tristan and Isolde with the potion,
John William Waterhouse. 1916.


Los ingredientes que componen la historia hicieron que fuera uno de los grandes mitos amorosos de la Edad Media y que se difundió rápidamente por todas las cortes europeas. Temas como el amor, la aventura, la lealtad, la magia, la justicia, la tragedia, la muerte o la confianza se entremezclan en la historia de Tristán e Isolda.

Como ya se ha dicho anteriormente, este tema está dentro de la leyenda artúrica, y fueron los Prerrafaelitas los que le dieron una  popularidad sin precedentes en el ámbito artístico. Los Prerrafaelitas encontraron como fuente de inspiración los temas medievales y los artúricos.

Así mismo Richard Wagner en el ámbito musical, tomó dicha historia para una de sus obras, la ópera Tristan und Isolde estrenada en 1865.

En España la obra de Richard Wagner tuvo una gran repercusión, siendo Rogelio de Egusquiza quien con su arte plasmó a estos amantes. 

Aguafuerte Tristán e Isolda.
Rogelio de Egusquiza.
1896.
Museo del Prado

El pintor Rogelio de Egusquiza y Barrena (Santander 1845- Madrid 1915) fue pintor, escultor y grabador. En España fue discípulo de Francisco Mendoza. En 1860 se traslada a París e ingresa en la Escuela de Bellas Artes, donde tiene como profesor a Léon Bonnat. En 1862 viaja por Inglaterra, Bélgica, Holanda y Alemania y en 1869 se instala definitivamente en París. En París, residió y desarrolló su carrera artística, con algunas interrupciones, desde 1869 hasta 1914

También tuvo una época en Roma donde trabaja con Raimundo y Ricardo de Madrazo en el taller de Fortuny hasta la primavera de 1875.

Su obra fue reconocida y elogiada por la crítica francesa del momento, desde la pintura de género que presentaba a los salones oficiales y en la galería Petit en la década de los setenta y ochenta, muy en la línea de Fortuny, hasta su identificación años más tarde con la iconografía wagneriana, de la que se erigió como uno de sus representantes más destacados y por la que tendría grandes reconocimientos.

En 1876 su obra experimenta un giro decisivo motivado por la pasión que despierta en él la figura de Richard Wagner. En 1879 viaja a Múnich para asistir a la representación de El anillo del nibelungo, y queda tan asombrado que decide ir a conocer al compositor en persona. De regreso a París, entra a formar parte del grupo de creadores simbolistas imbuidos de wagnerianismo y acomete una serie de obras en la que se aprecia una nueva concepción del arte como vehículo místico y sacralizado.

El fallecimiento de Rogelio de Egusquiza en 1915 coincide con la disolución de la Asociación Wagneriana de Madrid, de la que formaba parte en las listas. Se le ha visto como el "mediador" clave en la difusión de la música y la estética wagneriana en Madrid.

Desde un primer momento Egusquiza trabaja sobre las tres obras principales de Wagner, que conoce de primera mano: el ciclo de Der Ring des Nibelungen (El anillo del nibelungo), Parsifal y Tristan und Isolde.

El interés de Rogelio de Egusquiza por la ópera Tristan und Isolde nace bien temprano. La música de Wagner le había llevado a la filosofía de Schopenhauer, y ambas, al cambio vital y artístico. Así que, desde que comenzó a trabajar en esta temática de forma continuada en la década de los noventa, se observa que todos sus dibujos, bocetos y grabados giran siempre en torno a los dos momentos más relevantes del drama de Tristán: por un lado, el de la muerte de Isolda sobre el cuerpo de Tristán al final de la ópera, en el acto III, en Tristán e Isolda. La muerte, de 1910 ,en la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao, coincidiendo con el final de sus trabajos sobre Wagner; y por otro, el del amor de los amantes en la noche del acto II, que finalmente tomó forma en el lienzo definitivo Tristán e Isolda. La vida, de 1912.

Estas dos obras son realizadas en la época que residía en París, donde datan sus obras wagnerianas más importantes.




Tristán e Isolda. La Muerte.
Rogelio de Egusquiza.
1910.
Museo de Bellas Artes de Bilbao.

 
Tristán e Isolda, La Vida.
Rogelio de Egusquiza.
1912.
Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria.

Es curioso observar cómo Egusquiza, al escoger los dos temas de la ópera de Tristan und Isolde en las pinturas Tristán e Isolda. La vida y Tristán e Isolda. La muerte, lo hace con la presencia del día como momento dramático destacado. Si nos detenemos en la forma en que Wagner trabaja la dramaturgia y la música con la antítesis entre el día y la noche, vemos que los amantes rechazan el día porque representa el mundo de las convenciones sociales, de la racionalidad, de la conciencia; es un gran obstáculo para sus encuentros amorosos. Al día se lo califica, además, como «astuto», «malvado», «amenazador», «mentiroso», «predispuesto a la envidia»; mientras que la noche, convertida en metáfora de la muerte y del subconsciente, se transforma en el lugar de encuentro, en un nuevo paraíso.

Y Egusquiza va más allá. Es tan sutil y exquisito, y conoce tan bien el texto dramático de Wagner, que transcribe plásticamente de la mejor forma posible el paso del día a la muerte, a la aniquilación de los amantes en la tierra, en Tristán e Isolda. La muerte. El ideal artístico se alcanza a través de la muerte.

A principios de la década de los 90 tiene una serie de estudios preparatorios a lápiz que son en postura muy parecidos a la figura de Isolda, como el perteneciente a la colección del Museo del Prado de 1893. En ellos la figura femenina aparece inicialmente desnuda y el autor ensaya distintas posiciones de piernas y brazos, utilizando sanguina y carboncillo junto a toques de ceras brillantes, lo que muestra la influencia de ciertas figuras simbolistas. 

Desnudo femenino y estudios de extremidades.
Lápiz, pastel sobre papel marrón.
Rogelio de Egusquiza.
1893
Museo del Prado


Egusquiza continuó con los estudios de la pintura en 1899, año del que data dibujos en el que trabaja ambas figuras, todos conservados en la Sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional. En 1901 realiza un estudio a lápiz ya con la composición del cuadro Tristán e Isolda. La muerte.

Estudio de Tristán e Iseo.
Lápiz  y sanguina sobre papel.
Rogelio de Egusquiza.
1899.
Biblioteca Nacional Madrid

Estudio Tristán e Iseo.
Lápiz sobre papel.
Rogelio de Egusquiza.
1899.
Biblioteca Nacional Madrid.

Estudio Tristán e Isolda. La muerte.
Lápiz sobre papel.
Rogelio de Egusquiza.
1901.
Biblioteca Nacional Madrid.

Así en el dibujo de 1901 vemos como el autor tiene bien definida la composición de los cuerpos, a los que da forma definitiva, donde el cuerpo de Isolda cubre el cadáver de Tristán. Sin embargo, no fue hasta 1910 cuando concluyó la pintura, trabajo que sin duda alternó con el de la serie sobre Parsifal. La muerte es un cuadro soberbio que podría considerarse, sin ápice de duda, el mejor de toda la producción wagneriana del pintor. En la acotación del libreto, Wagner dejó indicado lo siguiente: «Isolda se desploma suavemente, como transfigurada, en brazos de Brangäne, sobre el cuerpo de Tristán. Profunda emoción y asombro entre los presentes. Marke bendice los cadáveres». Vemos, por tanto, cómo Egusquiza hace una traslación perfecta de la música a la interpretación pictórica, sintetizando esta última escena de la ópera.



Bibliografía:

  • Carmena de la Cruz, P. ( 1993). Los dibujos wagnerianos de Egusquiza existentes en la Biblioteca Nacional de Madrid, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, UAM, Número 5, pp. 131-142.
  • González Ruíz, D.,Breve Historia de Las Leyendas Medievales, Ediciones Nautilus S.L, 2010. 
  • Jiménez, L.(2016). Tristán e Isolda. La muerte, de Rogelio de Egusquiza, Boletín Museo de Bellas Artes de Bilbao, número 10, pp. 145-170.
  • Loyn, H.R., Diccionario Akal de Historia Medieval, Akal, 1998.  
  • Von Oberg,E. , Von Strassburg, G. Tristán e Isolda, Siruela, 2016.
  • A.A.V.V. Enciclopedia de Mitología Universal, Parragon, 1999.


 Otras fuentes:


Biografía y obra de Rogelio de Egusquiza en el Museo del Prado.

Comentario de Tristán e Isolda ( la Muerte) de Rogelio de Egusquiza, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

Dibujos estudios Rogelio de Egusquiza en la Biblioteca Nacional



miércoles, 8 de julio de 2015

Los Madrazo, Talento heredado.



Con motivo del II Centenario del Nacimiento de Federico de Madrazo y Kuntz se realizó un especial en la sección de Patrimonio de QueAprendemosHoy.com en febrero sobre él ,y en  junio se hizo otro dedicado a la familia. Los artículos estaban firmados por mí, y como no siempre se puede contar lo que uno quiere por cuestión de espacio, es aquí donde quiero explayarme un poquito más. Al final de esta entrada se encuentran los enlaces de los artículos mencionados, y otro relacionado con Cecilia de Madrazo y Garreta de Alegra García también  para el mismo medio. 
Esta entrada no estará dedicada en exclusiva a Federico de Madrazo y Kuntz, sino a toda la saga de los Madrazo. Una saga de artistas bien posicionados, llenos de talento y elogiados en su tiempo. Una saga de artistas que pertenecieron a las instituciones más relevantes de su tiempo en el campo de las artes, como fue el Museo del Prado o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
José de Madrazo y Agudo (1781-1859) será el primero de todos ellos, siendo padre, abuelo y bisabuelo de artistas. Fue pintor de cámara de Carlos IV y Fernando VII, estuvo vinculado al Museo del Prado como director y a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando como profesor y director. Gran retratista de su época, cabeza de la pintura neoclásica en España. Fue, además, uno de los primeros en introducir la litografía en España.
Autorretrato de José de Madrazo y Agudo, h.1840. Museo del Prado.
Estudió con Gregorio Ferro, quien le enseñó el estilo y técnica de Anton Raphael Mengs, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A partir de 1803 estudió en París, con Jacques-Louis David, donde se formó como verdadero pintor neoclásico y donde entabló amistad con Ingres.
 De París fue a Roma, en 1806, convencido por su maestro, para estudiar las obras clásicas al natural. Allí le sorprendió la guerra de España, y, al negarse a reconocer a José Bonaparte como legitimo rey, hubo de ir a prisión.  No viajó solo, lo hizo con su buen amigo Ingres. Estando en Roma en 1809 se casó con Isabel Kuntz y Valentini, hija del pintor Tadeus Kuntz.
En 1816 fue nombrado pintor de cámara del rey Carlos IV, durante el exilio de éste. Para José de Madrazo fue un gran estimulo para su carrera los encargos que realizó para Carlos IV en Roma.

Carlos IV, rey padre. h. 1825. Palacio Real de Aranjuez.

A su vuelta a Madrid, en 1819, regresa como maestro indiscutible de los jóvenes representantes de la pintura neoclásica.  Este tipo de pintura tuvo tres grandes representantes: José de Madrazo, José Aparicio y Juan Antonio Ribera. José de Madrazo fue, sin duda, la cabeza del grupo, el artista más representativo y el iniciador de una dinastía de pintores que se mantuvo en el tiempo.
Estuvo en constante relación con el Museo del Prado desde su llegada a Madrid, en su condición de pintor de cámara primero y después como director de la institución. Entre sus años como director del Museo del Prado destaca la formación del catálogo de la escultura en colaboración con F. Elías y J. Tomás. En su etapa también se trasladó  el Tesoro del Delfín del Gabinete de Historia Natural al Real Museo, hecho que causó mucho revuelo en su tiempo. Además en 1853 se inauguró la Sala de la Reina Isabel como salas de obras maestras de pintura y escultura.
Fue además un excelente profesor en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que se preocupó de los adelantos de la enseñanza en la escuela, hizo restablecer las pensiones a Roma en 1848 y que dirigió siempre los trabajos de sus alumnos con un eclecticismo prudente, y además recomendaba a los jóvenes estudiantes el estudio de Velázquez , Murillo, de los venecianos o de Rubens.
Fue uno de los primeros en introducir la litografía en España, de hecho fue director del Real Establecimiento Litográfico. Creó un catálogo en el que se reproducían en litografía todas las pinturas principales presentes en el Real Museo.
Alcanzó una posición destacada en el arte y sociedad de su época. Cultivó el género clásico de la historia antigua, el género religioso y el retrato.
La muerte de Viriato. 1870. Museo del Prado.

Sus hijos Federico, Luís, Pedro y Juan heredaron el talento familiar, y gracias a eso y a la posición destacada de su padre lograron establecerse en lo alto del panorama artístico de su época.


Federico de Madrazo y Kuntz ( 1815-1894) Nació en Roma estando su padre al servicio de Carlos IV como pintor de cámara, fue bautizado en San Pedro del Vaticano y apadrinado por el príncipe Federico Augusto I de Sajonia. En 1819 vuelve la familia a España cuando es nombrado su padre pintor de cámara de Fernando VII. Su padre llegó a ser profesor y director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y director del Museo del Prado. En este ambiente tan privilegiado creció Federico, lo que propició que desde joven desarrollara sus dotes como artista. 

Autorretrato de Federico de Madrazo y Kuntz, 1840. Museo Goya, Castres.

Federico fue un pintor precoz, ingresó como académico de mérito en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con tan solo 16 años. En 1832 va a París a estudiar pintura con Ingres, amigo de su padre, con quien adquiere un estilo romántico a la manera francesa. En 1840 se va a Roma, donde entra en contacto con el grupo nazareno y en especial con Overbeck. En 1842, terminada su estancia en Roma y cargado de laureles y de prestigio, se establece definitivamente en Madrid. Comenzó su carrera como pintor de historia para posicionarse como uno de los retratistas de mayor prestigio en el ambiente de la corte y la aristocracia de Madrid, París y Roma. Fue sin duda la máxima figura del retrato español de la segunda mitad del siglo XIX,  el gran retratista oficial de la época isabelina, ya que fue pintor de cámara de Isabel II.

Isabel II, 1849. Museo del Romanticismo, Madrid.

Pero no solo fue el gran retratista del momento en España, sino que fue dos veces  Director del Museo del Prado y nueve veces Presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1860 aceptó asumir la dirección del Museo Real de Pintura y Escultura hasta 1868, cuando fue destronada Isabel II con la Revolución Liberal, y no retomó tal dirección hasta 13 años después, ya restaurada la monarquía, así en 1881 fue llamado para la dirección del nuevo museo llamado Museo Nacional de Pintura y Escultura del Prado. Fue Director del museo hasta casi la fecha de su muerte en 1894. Cuando asumió el cargo fue consciente de la proyección internacional que tenia el museo y remodeló las instalaciones y planteó reordenaciones. Así dedicó la galería principal a lo más representativo de las escuelas italianas y española. También  amplió plantilla para mantener el museo en optimas condiciones y atender adecuadamente al público. Otra de sus preocupaciones fue el incremento de los fondos.
Sus dotes excepcionales de dibujante y de pintor, la situación privilegiada de su padre dentro del arte de su tiempo y la completa y rigurosa formación que disciplinó su talento, le pusieron en condiciones únicas para llegar a ser el pintor de mayor prestigio e influencia de su tiempo en España. La saga de los Madrazo comenzó con su padre José de Madrazo, continuó con sus dos hijos pintores ( Raimundo y Ricardo), y casó a una de sus hijas con Mariano Fortuny, por lo que es el abuelo de Mariano Fortuny y Madrazo.

Federico de Madrazo murió a los 80 años y fue, sobre todo, el gran retratista de la época isabelina, inmortalizando la sociedad española de su época y a una aristocracia mundana, en cuyas bellezas encontramos reflejados los cambios de sensibilidad de varias generaciones.
 
La Condesa de Vilches, h.1853. Museo del Prado.

 
Eduardo Rosales, 1867.

Pedro de Madrazo y Kuntz (1816-1898) fue pintor, escritor y crítico de arte español. Su ocupación como escritor y crítico le restó tiempo para dedicarse con mayor profundidad a la pintura.  Vivió varias décadas en París donde entabló relación con Alejandro Dumas y Víctor Hugo.
Junto con su hermano Federico fundó la revista “El artista”. Fue miembro y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, así como de la Real Academia de la Lengua y la Real Academia de Historia. Trabajó más de 50 años en el Consejo de Estado, donde desempeñó funciones como las de abogado fiscal, consejero o presidente interino.
Fue autor de todos los catálogos oficiales de pintura del Museo del Prado, sobre los que se había reservado la exclusiva de la publicación y explotación comercial. Fue uno de los grandes nombres de la historiografía de la pintura española en las décadas centrales del siglo XIX , y uno de los historiadores españoles de su época que contribuyeron más intensamente al estudio de las obras del Museo del Prado y a la difusión de su conocimiento.


Luís de Madrazo y Kuntz (1825-1897), se formó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1848 obtuvo , por oposición, una plaza como pensionado de Roma.  Allí , por mediación de Antonio Solá, conoció a F. Overbeck, que le influyó en la forma de interpretar sus obras siguiendo la estética nazarena.
Colaboró en 1845 como dibujante en la publicación El Seminario Pintoresco.
Como la mayoría, asistió con regularidad a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en concreto a las de 1848,1851 y 1852. En esta última presentó la que es considerada su obra maestra: “El entierro de santa Cecilia”, cuadro que se expuso con gran éxito en la Universal de París de 1855.

Entierro de Santa Cecilia , 1852. Museo del Prado.

Continuó cosechando éxitos en las Exposiciones Nacionales de 1856, 1862 y 1864. Fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y profesor de “dibujo histórico” y de “drapeado”, desde 1880.
Viajó a París, Venecia, Múnich y en la década de 1890 se instaló en Pompeya junto a los pintores B. Montañés y F. Sainz. A su vuelta a España desarrolló su carrera como docente en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. También se introdujo en los ambientes artísticos madrileños de la mano de su padre y de su hermano Federico, con el que colaboró en el Museo del Prado.
 
Retrato de Cecilia de Madrazo y Garreta, 1880. Colección particular.

Juan de Madrazo y Kuntz (1829-1880) en contra de la vocación familiar, se dedicó desde muy pronto a la arquitectura, haciendo sus primeros estudios con el arquitecto del Palacio Real, don Domingo de Lafuente, hasta que fue creada la Escuela de Arquitectura en 1846, cuando ingresó en ella.
Obtuvo su título en 1853 y sacó cátedra en la Escuela de Maestros y Obras de Valencia, cuando se suprimió dicha escuela pasó a la Escuela de Aparejadores y Agrimensura , publicando por aquel entonces un tratado.
Obras destacadas suyas son el palacio madrileño del conde de Villagonzalo y que comúnmente se llama del conde de la Unión de Cuba ( 1866), o la restauración de la fachada de las Calatravas en 1858.Otra de sus restauraciones con mayor controversia fue la llevada en la catedral de León. Pero no solo a él le causó disgustos, a sus antecesores también. Había una cierta desdicha que se cernió sobre aquellos arquitectos que pusieron sus manos en la catedral, saliendo mal parados de aquel esfuerzo entre inútil y desafortunado, pero necesario, por salvar la Pulchra Leonina. Para este apartado recomiendo GONZÁLEZ-VARAS IBÁÑEZ, I.,  La Catedral de León, Historia y Restauración (1859-1901), editado por la Universidad de León, 1993.


Raimundo de Madrazo y Garreta ( 1841-1920) fue hijo de Federico de Madrazo y Kuntz.  Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde tuvo como maestros a Carlos Luís de Ribera y Carlos de Haes. Marchó a París en 1860, siendo allí discípulo de Léon Coignet. Participó por primera vez en la Exposición Universal de ese mismo año. Residió en París gran parte de su vida, siendo una figura destacada de la escuela de pintores españoles en París. Tuvo un gran reconocimiento en Francia, se convirtió muy pronto en uno de los pintores predilectos de los círculos del gran mundo en París, sobre todo a su facilidad para el retrato, de aristocrática elegancia, modelado suave y fondos abocetados y de ejecución suelta.
Retrato de Raimundo de Madrazo y Garreta realizado por su padre Federico de Madrazo y Kuntz, 1875. Museo del Prado.

Los temas de su obra son principalmente retratos, siempre alegres y optimistas. Fue considerado uno de los retratistas más consumados de su generación

La actriz María Guerrero como "Doña Inés", 1891. Museo del Prado.
 
Travesuras de la modelo, h.1885. Museo Carmen Thyssen de Málaga.
Creció en un ambiente idóneo para su formación pictórica, heredando las dotes retratísticas de su padre y su abuelo. Realiza también cuadros costumbristas y de género, influido por su cuñado Mariano Fortuny.


Ricardo de Madrazo y Garreta (1852-1917), hijo también de Federico de Madrazo y Kuntz. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, teniendo como maestros a su padre entre otros.
En 1866 entró en contacto con Mariano Fortuny, su cuñado, quien influiría en su vida y su pintura. En 1867 le acompañó a Toledo y en 1868 a Roma, donde asistió a la Academia Chigi. En 1869 se estableció en París, junto a la familia Fortuny. Completó su formación copiando cuadros de los museos del Louvre y de Luxemburgo, al tiempo que trabajaba en el estudio de su cuñado.
Entre los años 1870 y 1872 se vieron obligados Ricardo, Fortuny y su esposa( Cecilia de Madrazo) a volver a España por la Guerra Franco-Prusiana, y se establecieron en Granada.

Guerrero árabe junto a una fuente, 1878.

Retrato de Antonio Cánovas del Castillo, 1896. Palacio del Senado.

A la muerte de Fortuny en 1874, Ricardo se hizo cargo del estudio de su cuñado, de la catalogación y subasta de las obras. Después  alternó sus estancias en Tánger, París y Madrid. Aunque en 1885 se estableció definitivamente en Madrid , aunque viajaba anualmente a Venecia y París. A partir de aquel año se dedicó al retrato, pasando por su estudio personajes tan ilustres como Lázaro Galdiano o la reina María Cristina.


Mariano Fortuny y Madrazo (1871-1949), hijo de Mariano Fortuny y de Cecilia de Madrazo y Garreta. Fue pintor, fotógrafo, grabador, diseñador textil y escenógrafo español. Fue comisario vitalicio de la Bienal de Venecia y académico de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
 
Autorretrato de Mariano Fortuny y Madrazo,1947. Museo del Prado.
En 1891 estableció su primer taller en Venecia y poco a poco se fue interesando por la escenografía y la investigación de técnicas lumínicas aplicadas a las artes escénicas y a las galerías de arte. Trabajó en varias decoraciones para numerosos teatros internacionales.  Fue un gran impulsor de la renovación escénica, pretendía mezclar sobre la escena sus colores y pintar en el teatro como en una paleta.
Como grabador se centró en temas wagnerianos y shakesperianos, así como en paisajes granadinos.




Así pues de manera general se ha hecho un recorrido por esta familia de grandes artistas. Una saga bien posicionada en la sociedad de su época, que ocupaban grandes cargos en importantes instituciones y con muy buenas relaciones con pintores de su misma generación. La familia Madrazo reunió influencia y talento, de hecho en ocasiones su fuerza se hizo sentir con excesiva y cerrada autoridad y no siempre bien tolerada por algunos contemporáneos.
Para terminar, en un futuro se abrirá un museo dedicado a los Madrazo. Este Museo de los Madrazo estará situado en el histórico Palacio de los Casado , en Alcalá de Henares, que actualmente continua en rehabilitación. Su colección estará formada por una serie de más de 80 cuadros que pertenecieron a la familia y que en el 2006 fueron donados por los descendientes ( Familia Daza) como forma de pago de impuestos a la Comunidad de Madrid.  La colección fue presentada al público madrileño en 2007, en el 2010 se inauguró una exposición con el contenido de lo que sería el Museo en Alcalá de Henares, en el antiguo Hospital de santa Rita. Asique en un futuro en el espacio elegido se acogerá esta colección, una colección  que constituye un legado de la familia más influyente del arte decimonónico español.                                           




Bibliografía|
  •  Catálogo de la exposición Los Madrazo: una familia de artistas, Museo Municipal, Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, 1985.  

  • Gonzalez Zymla, H., Perez Sanchez, A., Catálogo de pinturas de la Real Academia de la Historia, editorial Real Academia de la Historia, 2003.
  • Lafuente Ferrari, E., Breve Historia de la pintura española, vol. 2, Ediciones Akal, 1987. 
  • Preckler, A.M., Historia del Arte universal de los siglos XIX y XX. Vol. I, Editorial Complutense, 2003. 
  • V.V.A.A., Manual del Arte Español, Silex Ediciones, 2003.