Encuentro con el Pasado

Humilde rincón por donde asomarse a la Historia y al Arte llevado por mi, una Historiadora del Arte y Restauradora de Obras de Arte.

viernes, 22 de agosto de 2014

Arqueta de las Bienaventuranzas



 La primera entrada de este Blog la dedico al que fue el tema de mi Trabajo de Fin de Grado en Historia del Arte. La Arqueta de las Bienaventuranzas del Museo Arqueológico Nacional. Obra por pocos conocida y de la que no hay una monográfica. Humildemente intenté recoger todo lo más relevante sobre ella y plasmarla en mi TFG.

La arqueta de las Bienaventuranzas se conserva actualmente en el Museo Arqueológico Nacional, anteriormente se encontraba en la Colegiata de San Isidoro de León desde 1063. Según todos los especialistas esta arqueta formó parte de la rica donación que los reyes Fernando I y  doña Sancha hicieron en 1063 al templo con motivo de su consagración, y  que se incorporó al Museo Arqueológico Nacional  en 1871 como consecuencia de la actuación de una de las Comisiones Científicas, la formada por Juan de Dios de la Rada y Delgado y Juan de Maliabrán.  Actualmente se exhibe en la sala 27, flanqueada por el Crucifijo de Fernando I y doña Sancha- taller de eboraria de León y piezas ebúrneas del taller de eboraria de San Millán de la Cogolla.
Dibujos de la Arqueta de las Bienaventuranzas realizados del natural por Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923).

Lo que se ve en la actualidad es una posible recomposición, no se sabe cómo era en origen. La arqueta original debió ser despojada de la guarnición de plata, piedras preciosas y marfil durante las invasiones napoleónicas, cuando las tropas francesas entraron en la Basílica y la saquearon. Es en ese momento, en el que se cree, que se recompuso la arqueta y se formó lo que se ve en la actualidad; con las siete placas de las Bienaventuranzas y los siete fragmentos de filiación islámica.
 La arqueta tiene forma prismática con tapa de madera dorada y cubierta a cuatro vertientes. En tres de sus lados se desarrollan siete de las ocho Bienaventuranzas, quedando el cuarto cubierto con fragmentos de placas islámicas. En las siete placas ebúrneas de las bienaventuranzas  se representa a un ángel que parece conversar con un personaje masculino, nimbado o no, colocados ambos bajo un arco de medio punto, en cuya rosca se inscriben los textos de las Bienaventuranzas. Sobre las arquerías se diseñaron tres tipologías de edificios: Arquitectura con tejados a dos aguas que se sustentan sobre arcuaciones, edificios de varios pisos con cupulilla o flanqueada por estas, y construcciones de tres pisos. Estas placas ebúrneas son obra del taller de eboraria de León, creado en tiempos de Fernando I.
La arqueta mide, según la ficha proporcionada por el M.A.N, 18 cm de altura, 18,9 cm de anchura y 13 cm de grosor. Estas medidas varian dependiendo del investigador, pero están en torno a las dadas. las dimensiones de cada placa de las Bienaventuranzas son 150 mm de altura por 60 mm de anchura.
 
Placas frontales de la arqueta ( Beati pacifici, Beati mosericordes, beati mundo corde)
 
Placas situadas en el lateral derecho ( Beati pauperes spiritu y beati mites)

Placas situadas en el lateral izquierdo ( Beati qui pugent y Beati persecutionem)

La cuarta cara, la posterior, presenta un conjunto de siete fragmentos tallados de filiación islámica datados entre 1043-1077 y pertenecientes a los talleres de eboraria musulmanes de Cuenca y Sevilla. Estos fragmentos musulmanes, colocados de manera desordenada, debieron de aprovecharse para cubrir la superficie tras la recomposición. Estos fragmentos a su vez formarían dos cajitas.
Marcados en verde fragmentos pertenecientes al taller de Sevilla.Marcados en rojo, fragmentos pertenecientes al taller de Cuenca.

Reconstrucción hipotética de la caja con  la disposición de los fragmentos del taller de Sevilla. Reconstrucción de Á. Franco Mata.

Reconstrucción hipotética de la caja con  la disposición de los fragmentos del taller de Cuenca. Reconstrucción de J. Ferrandis

La arqueta de las bienaventuranzas no ha sido tratada de manera monográfica tan profundamente como otras piezas del taller leones. Su mención es más bien escasa en las bibliografías, salvo algún artículo. Por ello quise hacer un trabajo donde aunase lo más relevante. Gracias a la bibliografía consultada se ha podido dar una visión general de la obra, casi a modo de monográfica. No centrándome solo en un aspecto, sino en varios.
 ¿Por qué es interesante? 

  Primeramente, es una producción del taller de eboraria de León, que junto con el de San Millán, eran los dos focos de producción cristiana más importantes del siglo XI en la Península. Este taller surgió al amparo del rey Fernando I, que  durante su reinado la creatividad artística fue mucho más rica que la de momentos anteriores, abarcando aparte de reconstrucciones y nuevas obras arquitectónicas, toda una producción de libros miniados, eboraria y orfebrería. El centro de eboraria de León trabajó con gran esplendor durante  el siglo XI, manteniéndose vigente a lo largo de la centuria siguiente. La calidad de las piezas que se producían en el taller es innegable, como se pueden apreciar en las obras vistas en el trabajo, destacando el Crucifijo de Fernando I y doña Sancha o el Arca de los Marfiles. Lo que queda claro cuando se estudia las obras salidas del taller de eboraria de León, es que detrás de cada obra debía haber un autor material y conceptual. Debía encontrarse  la figura de un teólogo que cuidara de los programas iconográficos y un artista foráneo o no, que tuviera dotes o conocimiento de la miniatura. Los especialistas han encontrado influencias de la miniatura catalana en los marfiles leoneses, influencias tales como las telas pegadas al cuerpo, pliegues concéntricos dibujados en el pecho y alrededor de las rodillas, paños agitados por el viento, mismos encuadramientos con arcos semicirculares o de herradura, estilización de las figuras o contornos refinados.
 
Arca de los Marfiles o Arqueta de San Juan Bautista y San Pelayo. 1059. Sala del Tesoro de la Real Colegiata de San Isidoro

Crucifijo de Fernando I y doña Sancha.  Hacia 1063. M.A.N.

  Segundo, los investigadores apuntan a que la arqueta de las Bienaventuranzas original formó parte de la donación real que los monarcas realizaron con motivo de la consagración de san Isidoro de León en 1063. Fue una rica donación, donde los monarcas concedieron a la iglesia una variada gama de preciosos y ricos objetos sagrados, así como extensas posesiones o privilegios. El crucifico de Fernando I y doña Sancha formó parte de aquella rica donación, y queda claramente identificado dentro del Diploma real que recoge la donación. La arqueta de las Bienaventuranzas se   ha venido identificando dentro del  Diploma Real con  una de las dos arquetas  de marfil  con guarnición de plata de mayor tamaño y que albergaba en su interior otras tres cajitas.  Se desconoce donde pudo estar la pieza dentro de san Isidoro, si pudo estar en un lugar destacado o no, o si pudo ser admirada por su representación, o venerada por su contenido.
  Otro punto sería la cuestión de su representación poco habitual. Las Bienaventuranzas no eran un tema habitual, pero que tendría su respuesta en la liturgia del momento, la liturgia hispánica. El rito hispano era el rito que se llevaba a cabo en tiempo de Fernando I, y había sido utilizado por éste para su coronación  y para sus exequias. El rito hispano es esencial para comprender e interpretar la iconografía de las obras de arte mandadas realizar por el monarca, como el caso de los marfiles. Para el apartado sobre la iconografía y su relación con la liturgia mozárabe o hispánica fue esencial los estudios de Julie Anne Harris y Concepción Cosmen Alonso. De sus estudios se saca que  el tema de las Bienaventuranzas era un tema adecuado para decorar una arqueta que contuviera los restos de santos, que habían llevado una vida ejemplar y que posiblemente estos santos fueran honrados en ciertas festividades, donde en honor a los santos se entonaran varias de las Bienaventuranzas. Además estas dos investigadoras proponen fuentes para la representación, como el Antifonario de León o las lecturas referentes al sermón de la Montaña que estaban presentes en los círculos eclesiásticos alto y pleno medievales. En el contexto litúrgico hispano tenemos con seguridad la conmemoración del día de todos los santos como momento crucial en el que se leía el sermón de la montaña siguiendo el evangelio de san mateo. Junto con este fragmento evangélico, se hacían otras lecturas, bien en los oficios de maitines, bien en el refectorio, bien a los fieles. En ellos se interpretaba el sermón de la montaña a través de homilías y textos patrísticos, tal como se recogen en los homiliarios hispanos. Cosmen Alonso por ejemplo relaciona las imágenes de la arqueta con los textos de San Agustín como De Sermone Domini in Monte. De la misma manera relaciona las arquitecturas representadas con  la Jerusalén celeste con textos de  Cesáreo de Arles , donde el buen cristiano llega a ella y un ángel le da la bienvenida. Así pues la concepción ideológica de la arqueta tuvo que ser obra de un clérigo que fuera el autor conceptual.
  En cuarto lugar, lo que se observa en la actualidad no es la arqueta original sino  una recomposición. Durante la invasión napoleónica de 1808 la basílica de San Isidoro fue uno de los objetivos de las tropas francesas, allí despojaron los relicarios de su guarnición metálica y piedras preciosas que los recubrían, dejando en ocasiones las placas de marfil. Este fue el caso de la arqueta de las Bienaventuranzas, que se cree objeto de tal acto, o el caso del Arca de los Marfiles, donde actualmente solo se ve su estructura de madera y las placas de marfil. Tras este ataque, la arqueta de las Bienaventuranzas debió ser recompuesta de la manera que la vemos en la actualidad, quedando solo 7 bienaventuranzas de las 8 que debían de estar,  y rellenando el espacio posterior con 7 fragmentos de filiación islámica. Ángela franco mata ha trabajado en una hipotética reconstrucción a partir de comparaciones con otras arquetas del mismo periodo. En cuanto al número de placas situadas en la hipotética arqueta, Franco Mata las coloca de la siguiente manera. Tres en las caras mayores, para formar simetría con las adyacentes, y dos placas en un lateral. Así pues, las ocho placas de las Bienaventuranzas ocuparían tres lados, reservándose el cuarto para otro tema. Ella propone que el cuarto lateral pudiera tener una Maiestas Domini, tal vez la que se encontraba en la colección Larcade , taller de eboraria de León. Sitúa la placa con el ojo de la cerradura como original, pero Á. Galán y Galindo lo descarta. En la nueva recomposición que se realizó, se perforó la placa de la quinta Bienaventuranza para crear el ojo de la cerradura, ya que se ve interrumpida la lectura de la Bienaventuranza y se ve que es forzada. Continuando con la hipotética reconstrucción de Ángela Franco Mata, ésta sugiere además que la cubierta podría aproximarse a la arqueta de San Juan Bautista y San Pelayo, con  una cubierta a cuatro vertientes y recubierta de placas cuadradas, rectangulares y triangulares. En ellas podrían figurar el Agnus Dei rodeado del Tetramorfos. 
Reconstrucción hipotética de las placas de las Bienaventuranzas por Ángela Franco Mata.

Maiestas Domini, perteneció a la colección Larcade hasta 1925.

En la tesis de Raquel Gallego, recoge esta reconstrucción de Ángela Franco Mata, pero propone algo nuevo. Apunta  que estas placas pudieron formar parte de otro objeto que no fuera una arqueta y que tras la destrucción y desmantelamiento de la pieza fuera reconstruida en forma de arqueta. Quizás integró una estructura más grande como un retablo, basándose en que en  la donación de 1063 se mencionan varios retablos metálicos que podrían haberse completado con decoración ebúrnea. También es posible que formaran parte de un altar portátil, muy habituales en la época. Así, de esta manera deja abierta una nueva puerta sobre el posible origen de las placas de las Bienaventuranzas.

No se puede entender la arqueta sin compararla con otras obras salidas del taller de eboraria de León o con otras que se hacían en el taller de San Millán de la Cogolla. Es la manera de entender la eboraria cristiana del momento y gracias a su colocación en el M.A.N uno puede pararse y comparar. Así mismo, no se puede entender la pieza sin  su contexto histórico, ligado a los monarcas Fernando I y doña Sancha y la consagración de la Basílica de San Isidoro. No se puede entender la obra sin la figura de Fernando I y todo lo que rodea al monarca, ya que es reflejo de su personalidad, circunstancias y creencias.
Arqueta de las Bienaventuranzas dentro de su vitrina en el M.A.N

 Debo dar las gracias a mi tutor de TFG, Santiago Manzarbeitia del Valle, por haberme hecho sentir orgullosa de mi trabajo. Y a Ángela Franco Mata, que muy amablemente me facilitó unos datos que necesitaba.
Espero que os haya gustado este acercamiento a la Arqueta de las Bienaventuranzas.